Conjunción de poemas dedicados «a la rubia infinita que toda mujer azul lleva dentro». El sexo y los deseos de la carne, lo oscuro y lo críptico, lo místico y la sentencia, el surrealismo exquisito, los moluscos y las definiciones, el amor fetiche y lo voraz, se citan en este libro sinuoso y simbólico. Donde las palabras se entretejen en múltiples direcciones y proponen un laberinto donde hallar las pistas que nos descubran los momentos radiantes que quedaron ocultos en nuestra memoria más primitiva y sensorial.
Los versos vienen acompañados (enriquecidos y zarandeados) por una serie de 23 sugestivos FOTOMONTAJES a todo color realizados por el autor. Se trata de imágenes tratadas mayormente con la técnica del collage, preñadas de sugerencia, contrastes, humor, complejidad visual y una riqueza plástica fuera de lo común. Composiciones que entroncan con las vanguardias más lúcidas del siglo XX y que aquí se retraducen en pasajes íntimos y sorprendentes, revelando un universo personal muy significativo y original.
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Comentarios y reseñas sobre Desde los nadis

Me dan ganas de gritar «penétrame» después de leer el poema «Sesenta tenedores para Kali», imposible no se pegue.

Qué difícil hoy en día es encontrar poesía que apueste por arriesgarse y hallar nuevos caminos. Y que además se haga con mucho acierto y sensibilidad. Muchas gracias por estos poemas. Son una auténtica joya.

José Martín Molina, un escritor como la copa de un pino: inmenso, profundo, frondoso e intrigante. No os lo perdáis.

Sin atender a nacionalidades ni a generaciones, y mucho menos a etiquetas de alta poesía o poesía popular, entre los poetas que he descubierto aquí destacaría a Déborah Vukusic, Óscar Pirot, Álvaro Guijarro, Bárbara Butragueño, Toño Benavides, Antonio Díez, María Salgado, Dani Orviz, Miriam Reyes, Óscar Curieses, Enrique Falcón, Alejandro Céspedes, Rodrigo Galarza, Anouk A., Andrés Neuman, Billy MacGregor, Pedro Arguedas, Elena Medel, Silvia Oviedo, Omar Pimienta, Ana Gorría, José Martín Molina, Mercedes Cebrián y otros treinta que me olvido para evitar el aburrimiento.

Eres el mejor, no dejes nunca de escribir plis, tus páginas web son bonitas… pero tus poesías me erizan la piel.

José, ¿qué quieres que te diga que no te haya dicho ya? Venga, me estrujaré un poco más el coco para encontrar más calificativos:
François Truffaut dijo: «Quienquiera que cultive la fantasía en el arte está un poco loco. Su problema estriba en hacer interesante esa locura».
Tu locura nos ha contagiado. Estamos todos locos por José Martín Molina.
Besos, Ester.

Interesantes escritos de @kulodezebra en http://t.co/aGWVwDxzTa Literatura moderna e impactante.

@kulodezebra oye acojonante tu bibliografía.
[…] El niño para mi antología, lo conocí, ya de otra manera. Me dejó sus textos y flipé con ganas y demás con su poesía rotunda, escabrosa y auténtica. Y ahora me explico, como debe hacer una presentadora formal, que para eso me han llamado y digo, primero escuetamente y a través de adjetivos muy bien pensados, medidos y concretos que: la poesía de José Martín Molina es ácida, tierna, variada, de temas y matices, dulce, sensual, muy sensual, fuerte, cínica, atormentada, marginal, efectista, tenebrosa, violenta muchas veces, apasionada y hasta cruel otras. Y digo en segundo lugar, que por sus versos desfilan las vivencias casi físicas, directamente asumidas como símbolo de este tiempo y esta sociedad, recorriendo en su creación poética un mundo complejo y torturado, cínico y poblado de seres a veces absurdos, reales, fantasmagóricos, hechos y figuras aparentemente inverosímiles que llegan a sobresaltarnos con su terrible cotidianeidad.
Otro de los rasgos temáticos que aprecio en su poesía es el tema amoroso en una doble vertiente: el amor tradicional pintado de ternura y humor, y en otra vertiente, una escritura directamente sexualizada, en la que el poeta se recrea a veces con obscenidad e incluso escatológica, y de cuyo reto sale airoso recurriendo al tono irónico o provocativo, como dije antes, o bien, a la fuerza de un verbo apasionado y que nos transmite su vivencia de sexo, por muy inmediata y obsesiva que resulte, como una verdad última de su mundo personal y su concepción de la existencia. Esta asunción del sexo como punto neurálgico, de su cosmovisión, no olvidemos la edad que tiene, le permite afrontar el tema con toda dignidad y enlazar perfectamente ese erotismo ajeno a los cánones de la ortodoxia expresiva convencional con esa multiplicidad temática, esa orgía descriptiva y noveladora de sus dráculas, por ejemplo, convirtiéndolo en un poeta radicalmente heteróclito, aunque convengo en señalar, o en señalarle a él, que tanta pluralidad de caminos en su cartografía creadora, esa incontinencia ajena a todo sentido de la ponderación, puede llevarle, si no coge bien cogidas las riendas, a un camino lleno de riesgos y extravíos de los que espero, sé, sepa salir sin perder su norte. […]
