No le faltó tiempo a Manuel Vázquez Montalbán para escribir, como un coloso incendiario, toneladas de textos: periodismo, poesía, novelas, ensayos, antologías, relatos, libretos, guiones, páginas de historia, de gastronomía, de política, de cine, de fútbol, póngase una buena lista interminable… Su vasta producción literaria nos hace pensar en el salvaje apoltronado de Honoré de Balzac, otro infatigable escupe-letras con más de 100 novelas en su haber (dicen, por ahí, que tenía “negros” ayudándole a escribir, eso sí que es montar una buena multinacional literaria).
Manuel Vázquez Balzac y Honoré de Montalbán, quiero decir… Honoré de Vázquez Balzac y Manuel Balzac Montalbán… No, que me lío, es el calor, que nos achicharra las meninges… Pues eso, que ambos regaron de tinta el mundo sobremanera y sin llegar a los 55 años de edad. Montalbán vivió 54 años como un marqués azul y escribió como un marqués rojo, y la mitad de sus ricas experiencias culinarias bastarían para envidiarle durante 1.000 años. A Balzac, dicen, le mató el exceso de café a los 51 años.
Yo quería hablar no de sus sabrosas, hilarantes, aventureras y macarras novelas de la serie del detective Pepe Carvalho (de la que se emitió una ochentera serie en televisión con el escurridizo y enigmático Eusebio Poncela, divino en el papel). Yo quería hablar, no de redondos y exhaustivos ensayos como “El Moscú de la Revolución”. Ni de sus aportaciones ineludibles dentro de la escuela de “novísimos“ o sus escritos sobre “la memoria sentimental”. Quería hablar, y subráyese: recomendar, uno de sus libros de poesía: “Praga”.
Editado en 1982 (y a saber si ha habido reedición) el libro destila surrealismo, escritura automática, historicismo, feroz ternura, y una impecable factura literaria. Los versos te estallan en los ojos y en la memoria. Pequeños poemas bomba. Libro muy físico y directo. Dientes, brazos, tanques, lenguas, Praga, sudor, banderas… se suceden en versos libres. Una ciudad, una histora, un destino descrito y creado por la magia de un sabio francotirador y uno de nuestros más brillantes intelectos.
La libertad en la escritura es la que parece faltar en una simbólica ciudad-estado llamada Praga, o Varsovia, o Hong Kong o Barcelona… Ya lo dijo el poeta: “La escritura es libre; la vida, no”.