Según la leyenda (así lo cuentan los protagonistas) esta película surgió de dos sueños. Uno de Salvador Dalí, el otro de Luis Buñuel. Dalí soñó con unas hormigas recorriendo la mano a modo de hormigueo, el hormigueo de la mano que pica, la mano dormida. Buñuel soñó con una navaja de afeitar que cortaba la luna como si de un ojo glauco se tratase (y viceversa).
Nunca más volverían a congeniar los dos genios de semejante manera tan ensamblada, perfecta y recíproca mientras trabajaban en el guión de una película con la que pretendían romper todos los moldes establecidos de los ayeres y los porvenires. Estaban de acuerdo en casi todo lo que se les iba ocurriendo, tanto ideando juntos como por separado. Dos privilegiadas mentes imparables funcionando al unísono, entonando uno de los bel cantos más inspirados y emblemáticos de la historia del cine. Un perro andaluz: Estrella Insigne en el Firmamento del Celuloide. Todo un atentado estético-social imperecedero.
La película fue financiada, mediante hábiles manejos de Buñuel, por su propia madre y un cura (¡así es!) próximo a la familia materna.
En el estreno en París ante toda la cúpula surrealista, con André Breton a la cabeza, Buñuel tomó la precaución de llenarse los bolsillos de la chaqueta de piedras por si al acabar la proyección, en caso de fracaso o abucheo, tenía que defenderse a golpe de pedrada limpia aragonesa de los visigodos furibundos y fundamentalistas del activismo surrealista, para inmediatamente después y aprovechando la pétrea confusión aérea salir huyendo como un cohete. Pero no hubo lapidación… La película fue un exitazo rotundo. Buñuel, disimuladamente, mientras recibía acalorados aplausos y entusiastas críticas, se deshizo de sus armas defensivo-arrojadizas.
En 1960 se le incorporó música a Un perro andaluz, nuevamente el motivo de Tristán e Isolda de Richard Wagner, además de un tango. Aquí hemos traído la primerísima versión en cine mudo de 1929, que se convirtió inmediatamente en la película definitoria del surrealismo fílmico. Y sigue sin perder, más de nueve décadas después, su inquebrantable brillo y su inusitada fuerza empapada en talento visual al por mayor: Un perro andaluz (Un chien andalou).