Book Trailer de la novela Ortem, una historia sobre el Metro de Madrid.
Vídeo promocional de la novela Penetraciones.
Noticias y novedades
Entrevista al escritor José Martín Molina realizada para la revista digital «Plataforma de amor» en la que se tratan aspectos fundamentales de su novela erótica “Penetraciones“.
El autor José Martín Molina colabora semanalmente en el programa de radio «Agora Sex», dirigido por Vicente Mateos, dentro de la sección «El erotismo en la literatura».
Extenso artículo de la escritora Francis Molehorn sobre la novela Penetraciones, en el que explica los numerosos motivos por lo que ha de leerse este libro. En dicho artículo resalta el carácter exquisitamente poético, la filosofía que se oculta en la obra bajo un disfraz de cinismo, la acertada heterogeneidad de los capítulos y la precisión sin eufemismos ni rodeos de los episodios sexuales que se desarrollan en la novela.
La novela “Penetraciones” del autor José Martín Molina ha sido censurada y bloqueada por el Ayuntamiento de Oviedo en todas sus plataformas públicas digitales.
José Martín Molina es uno de los poetas incluidos en la antología «Poesía Ultimísima» de Basilio Rodríguez Cañada, una selección heterogénea de las últimas tendencias dentro de la poesía contemporánea.
La escritora Mo de la Fuente, deja en su blog sus precisas impresiones sobre la novela Penetraciones, destacando el estilo «vertiginoso, irreverente y surrealista» de sus páginas y la pluma del autor: «atrevida, políticamente incorrecta, un escritor urbano que atrapa al lector desde una introducción brillante».
Presentación de Isla Correyero sobre la poesía de José Martín Molina con motivo del recital poético perteneciente al tercer Ciclo de Poesía Ultimísima.
José Martín Molina participando en el 1er Ciclo de Poesía Ultimísima celebrado en el Colegio Mayor Nuestra Señora de África (Madrid) junto al poeta Javier Fernández Aracama.
Artículos
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- Sobre Manuel Vázquez Montalbán y su poemario «Praga»
- El escritor más prolífico del mundo: Ryoki Inoue
- El inicio de la novela «Colmillo Blanco» de Jack London
- «El obsceno pájaro de la noche» de José Donoso
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- Ortega y Gasset: La firme vitalidad de la conciencia
- El comienzo de la novela «Madame Bovary» de Gustave Flaubert
- Algunos apuntes sobre «El oficio de vivir» de Cesare Pavese
- Édouard Manet: Desayuno sobre la hierba o la intimidad al descubierto
- Mark Rothko: La re-humanización del arte
- Entrevista de Federico Fellini
- Einstürzende Neubauten: Silence is Sexy o La sinestesia en la música
- El controvertido final de Apocalypse Now
- Roland Kirk o el músico-orquesta multi-usos del jazz
- René Magritte o el prestidigitador de los objetos cotidianos
- La Venus dormida de Paul Delvaux
- Front 242 + The Orb: Crapage: Fragmentación sideral
- El misterioso crecer de los granos
- Salvador Dalí: Joven virgen autosodomizada por los cuernos de su propia castidad
- Un perro andaluz: Atentado estético-social perpetrado por Luis Buñuel y Salvador Dalí en 1929
- Piernas femeninas en pantys azules: pura sugestión conceptual
- Björk y Chris Cunningham: All is Full of Love
- José Luis López Vázquez
- Mear sobre o alrededor del agua del retrete
- Paradigma de la música EBM con Front Line Assembly
- Las Vulpes: Me gusta ser una zorra
- Algunas frases célebres sobre la escritura
Poemas
Necesidad urgente en un portal
Me agarraste por la solapa
y me metiste en tu portal
y me apretaste entre tus muslos
y empujé contra los buzones
y engrasamos tus nalgas
y me temblaron las piernas
y te tragaron las escaleras
y tu cuerpo de leche corrió hacia los sueños.
Oración no vocacional sino vacacional
Padre Nuestro,
que estás en las bahamas
con tu nimbo al sol.
Santificado sea tu gato
y todas las especies.
Hágase tu insensata voluntad
así en la playa como en la cama,
y por supuesto
el sexo nuestro de cada día
dánosle hoy
y por qué no también mañana.
Perdónanos nuestros gases
así como nosotros perdonamos
a nuestras centrales nucleares.
No nos dejes caer en el aburrimiento fatal,
más líbranos de dios,
amén.
Delirien-Walzer
No fue fácil decirte que me moría.
Te lo tomaste a guasa: «siempre tan romántico», decías.
Entonces vino el africano de la entrepierna a saludarte.
Y comprendiste lo enfermo que estaba.
Con pericia me diste grasa y calor de hormigas.
Retumbé como un asno sumergido en tu lodo.
Después fumamos cartas de amor.
Susurros plata.
Nos empalagamos de nubes.
Tu cintura fue lecho donde apaciguar anguilas.
Y la noche dio más de doce campanadas.
Y varias vueltas de vals.
Me fui por el sumidero o claraboya.
Te fuiste con un candelabro en las pestañas y
una garrapata feliz en tu carne.
Creo que nos dormimos con la luz incendiada.
Abrazados como grúas.
Por la mañana desayunamos una ducha ardiente.
El vaso dio reflejos de alto colibrí.
Y al ver cómo devoraba yo la persiana
dijiste: «tú siempre tan romántico».
Finalmente, nos cambiamos la pulsera del reloj y
nos fuimos cada uno por su atajo
a trabajar las almendras.
De compras
cuando voy al corte inglés
no es para comprar espaghettis
o lechugas
ni por favor póngame un kilo de lomo.
tampoco voy a comprar un haifidelity.
mucho menos champú
unos vaqueros o un gorrito de lana
y no digamos pecar de hortera o mimoso
y comprarme
un elefantito de peluche.
al corte inglés
tampoco voy a por papel cel
ni palillos
ni paté de oca que no me gusta.
para nada libros de cocina
o de deporte
o de aprenda alemán en cuatro días.
ni por supuesto
preguntar por la sección de ferretería
-gracias muy amable.
ni cinco cuchillasdeafeitar
ni tampoco birra güiski café
ni rotuladores pinceles sacapuntas
ni siquiera una sandía una corbata un sello.
sencillamente
voy
porque me gusta ver
cómo trabajan las mujeres
del corte inglés.
además
con esos preciosos uniformes
me da la sensación
de que todas ellas
me pertenecen.
sin duda
que es el pudor
lo que me impide
acercarme por detrás,
besar sus nucas
con mimo
delicadeza
y susurrarles
very piano
bájate la falda.
Ignorancia
No sé por qué la rutina puede ser el peor de los lagartos.
Con sus pesadas patas.
Los ojos agrios.
La tripa hinchada.
Arrastrándonos.
Ni qué se nos va pudriendo
en las hojas arrancadas de un calendario amarillento
color sudario,
cuando antes,
no hace mucho,
los días fueron una jauría voraz
de dientes blancos.
Y nos enredábamos vírgenes de plomo.
Sin peso.
Economía sumergida
tus labios me otorgan una invitación al descuento
porque hoy tus muslos están de rebajas.
y mi economía
hoy
puede permitirse un delicado desliz
entre tus sábanas
sin que la quiebra zozobra
de mi déficit permanente
afecte al precio del dinero
de tus blanquísimos dientes.
y es que
hoy
por ser navidad de dólares
te sientes hermosa y renaces libre entre rublos
y te olvidas de los marcos que nos separan
porque sabes que los mejores florines
despiertan corolas en invierno
y como la felicidad te libera de escudos y
hace que la generosidad otorgue más coronas
me traes tu cuerpo bañado en cava
para que brindemos francos
por nuestro próspero encuentro
y
me ofreces tus frutos
con sus divinos pesos y equilibrios
gratis
como hace la vid con los hombres.
porque sabes que enamorarse es una inversión
a largo plazo
me permites
hoy
que te abone el servicio
con el pagaré simbólico
que es este poema
que siempre te ha deseado
tanto en la pobreza como en la opulencia
tanto en la salud como en la enfermedad
hasta que la visa nos separe.
Si ya no eres
Me moriré de hambre sin tus senos.
Los sueños no sabrán a nata.
Mi saliva no será encaje de tibias y peronés.
Seré un huérfano atado a un colmillo gastado.
Las piernas no tendrán medias de carne que bajar.
No se alzará la sangre para plasmar vientres.
No existirá una redención de círculos hasta el cuello.
No habrá gritos perforando la más íntima membrana del oído.
Ni fiesta de hormonas.
Ni fiesta de vasos.
Me moriré de sed sin nada que escupir.
(Tendré que dedicarme, silencioso, errante,
a cultivar mis petunias entre las espinas).
Gigoló
Me he fumado tu tabaco
me he bebido tus copas
he arrasado con tus ultracongelados tus precocinados tus conservas
he llenado tu casa de manchas de café mostaza escupitajos
me he puesto toda tu ropa
he deshecho constantemente la quietud de tus sábanas
he acabado con el gas de tu bombona
he destrozado tu lavavajillas y los radiadores
he terminado con tu jabón tus colonias tus jarabes
me he permitido sobrados lujos con tu dinero
he desencuadernado los libros de tu biblioteca
te he bajado innumerables veces las bragas
te he arruinado con las facturas del teléfono
me he quedado con tu coche
me he limpiado los zapatos con tus servilletas tus cortinas tus muebles
he atascado tu váter
he encendido la chimenea con tus viejas fotografías
he envenenado a tu gato
y por último
he fundido tus bombillas tus ilusiones y tu sonrisa
Desde china con amor
Se nos acercó una china con la nariz rota
mientras paseábamos abrazados y enamorados
por la calle de todos.
La china nos ofrecía una flor.
Envuelta en plástico.
Y Ana le dijo:
«No, gracias, ya tengo un capullo».
Estancia XLVIII
como bestias solitarias
con desvergüenza
miramos el calendario
tomamos café o vino
hacemos planes que se repiten
hacemos el amor con
tristeza de ojos cerrados y
bombillas apagadas
qué despilfarro
mecanizarnos
con tanta impune levedad
Única certeza
YO sé yo sé yo sé
que no quiero morir morir morir
como una lombriz lombriz lombriz
aplastada
bajo pilares vigas muros escombros
de un edificio demolido
por una dictatorial mentira mentira mentira
llamada dios o buda o alá o destino
sino que
como un eslabón eslabón eslabón
en esta carrera de relevos que es la vida
morir morir MORIR.
Un rayo de Silvia
TUS CADERAS SON UN TRÉBOL DE CUATRO OJOS.
Y yo la fortuna
que abraza por el talle
tu tallo de hormonas sucias.
Y tu lengua eficaz repaso de mis poros.
Y en tu centro
el MATOJO,
silvestre tragaluz prefectamente labrado
entre rizos de negro alambre;
acariciándome como un desfile de púas blandas.
ME quedo
entre tus guedejas tus brazos tus dientes dos siglos más
y te labio el ass,
donde tú eres perfecto trazo,
el brío y el contorno de la yegua agachada,
las crines y
la bofetada en mis neuronas sedientas de perro,
el preludio de los latigazos de rabia en el vientre.
(LA sangre desbordará un río azul de vísceras tiernas).
Atrapado en tu telaraña de sueño
Generalmente,
después de nuestro primer asalto de amor en la cama,
ella se queda dormida al instante (como un varón)
y yo me quedo despierto
(como una muchachita tímida e incierta).
Me quedo así, mirando el techo estático
o miro el rostro de su dulce sueño
o comienzo a ver las películas que uno
ve fuera de uno,
en ese estado prematrimonial de la vigilia.
Apenas me atrevo a moverme,
me quedo atrapado en su respiración profunda
como un náufrago a una balsa milagrosa.
Pero tampoco quiero dormir,
porque el sueño todo lo olvida todo lo borra,
y estos instantes
en que su cuerpo dormido yace ingenuo y profundo
a mi lado,
son para mí un tesoro de dicha extraña,
una sorda felicidad,
en que me siento observador y protagonista.
Y soy capaz de sentirme, por fin,
muy acogido en este mundo,
acogido, al fin, por ese aroma recuperado
que desplegaron las madres
en la trastienda de nuestra infancia perenne.
Aunque confieso que también
un impulso de presa contra dique
me lleva a desear clamorosamente una breve estampida:
huir de las sábanas
huir del roce de todo el aliento de su cuerpo
y abrir una ventana
o salir a la terraza
y gritarle al vecindario entero
que soy muy feliz y que he hecho
el amor como un escarabajo de fuego.
Pero siempre acabo reprimiendo este impulso vital,
estas ganas de gritar mis raíces verdes,
bien por pereza, bien por paciencia,
o bien porque el sueño ya ha comenzado
a aflojar mis manojos de nervios.
Ah,
y también porque el imán
del calor de su cuerpo
me ha hecho esclavo otra noche más.
Estancia VI
ahogarse en esta
casa imposible
de ráfagas heladas
una soledad estéril en todos los espejos
asistimos
al hambre
no hay dientes
las locuras son yermas
vemos
las grietas en las paredes abriendo
abismos sin regreso
Niño malo
Soy un niño malo
que finge ser niño
que finge ser malo
a veces sí soy niño
a veces sí soy malo
Del cuello al tobillo
AROUND the neck-
tie.
legs under pants.
(la ingle).
será el cisne en la pradera ficticia.
la lata vacía.
el salmón en la cámara.
FINGERSPITZENGEFÜHL.
(dedos como pinzas).
un kimono desnudará minutos de arena.
las turgencias del neopreno.
(los senos).
el amanecer marchito entre las
toallas y unas manos temblorosas.
los ojos de max
en el recipiente de vaselina.
the dead fish.
the red skin.
(frenesí).
Y ELLA
que ya no es ella.
(sino otro nuevo capítulo o glaciación de la rubia).
Y YO
con las babas de tinta
en el restaurán de palabras huecas y mesas hasta el techo
de corcho
(merendando espinas y verbos).
MENSAJE AZUL PÓSTUMO:
TE ofreceré un manojo de nervios
y me acariciaré en el sofá
siguiendo la música que arrecia desde
un módulo de carne erizada.
hinchándose.
hacia la transparencia.
en el timbre.
por amar.
los puntos en blanco.
un vacío de vasos.
practicar el puja.
y recojamos las violetas de la siesta
antes de que llegue martirio,
con sus celos y su fusta.
La tensión elefante
El RECUERDO tiene
un esparadrapo fino y atroz, cierta
tela de imposible candado sella los
labios, quemados por ausencias, cuando
no hay hamaca donde tumbar un FUTURO.
Los momentos del PRESENTE
son de gris insomnio, colándose por una
alcantarilla, abierta como la sed,
como una boca de costillas lamiendo
con lengua de éter.
Por eso se acurruca
el bandido, desprotegido bajo la bóveda
del TIEMPO, desarmado, viejo, ebrio
de cansancio, sin poder robarle rosas
a una simple ballena callejera.
Sesenta tenedores para Kali
DAME Sarampión y un Salero
Vísteme de Encaje con tu Lengua
Añádeme Dientes por la Piel
Méteme en tu Carrusel de Pelos
Ponme una Soga con tus Piernas
Grítame hasta que salgan Lombrices
Límpiame la Cara sobre tu Alabastro
Sácame un Collar de Hormonas por el Vientre
Rómpeme dos Ladrillos en la Frente
Róbale un Latigazo a mi Esqueleto
Senténciame a Vida perpetua
Túmbame sobre tu Colchón de Abrazos
Sumérgeme en tu ronroneante Habitá-culo
Clávame tus Banderas en el Perineo
Bébeme en Copa de Carne
Píntame un Dibujo de Manos ansiosas
Ábreme un Precipicio de Telas
Lléname la Boca con tus Rodillas
Ponle Énfasis y Pimienta a mis Locuras
Radiografíame con tus Costillas
Átame a tus Sandalias
Colócame en tu Órbita de Rabia
Préndeme en tu Ojal entre Paredes
Y llámame
babosA usurA vierneS relámpagO vértigO
Narrativa
Rosa o recorrer varios kilómetros en un espasmo (extracto)
En el caso que me ocupa, por ejemplo, si yo me pongo encima y ella debajo, abierta de piernas a lo misionero, no siente prácticamente nada cuando yo ya estoy con los ojos del revés, hincándola frenético y sumiéndome en un placer de remolinos en espiral; pero si atraviesas a Rosa a cuatro patas se pone loca loca loca; entonces la liamos, porque de verla tan bruta mientras la cabalgo y le doy algún azote en el trasero, enloquezco yo y ya no hay remedio, me corro echando hostias. No puedo controlarlo. Una vez eyaculado se esfumó el camino hacia su orgasmo, porque, para más inri, para ella el único camino viable hacia su orgasmo es el coito, se niega -no entiendo por qué- a obtener la misma meta a través de un cunnilingus, pongamos por caso. Así, una vez eyaculado, yo me relajo y la dejo a mi lado desesperada, babeando viva por la vagina, ansiosa como una gata en celo a la que has frotado con un lapicero.
Y ya no hay descanso, te la empieza a tocar y a chupar, no te deja que la minga tenga su necesario desarrollo de latencia, ni siquiera los cinco minutos mínimos de cortesía. Mi picha quiere descabezarse un sueñecito y ella llama a los bomberos si es preciso para que mis huevos se llenen ya mismo de leche. Hombre, ten un poco de paciencia, amor.
Lo cierto es que tampoco me hace falta mucho tiempo de recuperación con ella, porque me pone cachondo ipso facto. No sólo está el sabor a regaliz rosa de su coño, sin ir más lejos están también sus tetitas, que huelen a leyenda de vírgenes vestales. Me puedo embriagar con ese olor que emana de sus pequeños pechos como si tomase absenta. Y toda su piel: no puedo parar de tocarla.
De hecho, la última vez que nos revolcamos y fornicamos en la cama de matrimonio de sus padres sucedió todo esto.
Me la tiré a cuatro patas después de un larguísimo polvo multipostural, que de tanto aguantar el no-eyacular al final se me bajó, sobre todo también porque ella abusó de la postura-tijera. Pues en breve, a la segunda embestida, cuando cogía sus cabellos como si fueran riendas, entre que la castigaba desde atrás, yo de rodillas pegado a su culo como una lapa, mi pelvis estallando una y otra vez contra sus bamboleantes nalgas, sus glúteos de parafina, y sonaba chof chof chof chof, y mis neuronas se encabritaban y se subían a un cohete imparable a cada chof chof chof chof, con lo cual vi en seguida que iba a tardar un suspiro en eyacular y esta vez no lo retuve. Me corrí tan a gusto y egoístamente. Ella se quedó cachondona perdida, como un grifo que se ha atascado y no cierra el manantial a borbotones de su líbido. Ella quería seguir a toda costa y empezó a hacerme cosquillas, retorcerme la cola desesperadamente, a lamerme la oreja como si fuera de mermelada, a masticarme los hombros con dientes de alocada sierra… a joder la marrana, en definitiva.
Leticia y una verde Esperanza (extracto)
Da igual donde vayamos, vamos a mi casa porque es el camino más corto hacia tus dulzuras, amor. Y me vine con ella a mi casa. A todo esto tengo efectos chungos con la pastilla y efectos beatíficos también. Pero ella siempre me acompaña, me da suavidad, compañía, algo especial que no sabría determinar, quizá una mezcla entre la enfermera de tus sueños y la niña de quince años de tus sueños. Nunca suelta mi mano. Podríamos haber caminado hasta el infinito, nunca se hubieran separado nuestras manos esa noche. Y sus ojos grandes que me hechizan sin cesar, su mirada intensa, llena de luz, como un transatlántico con todas las luces encendidas en plena noche.
Ya en mi casa, me entran fuertes mareos por el colocón que llevo, ella me espera, paciente y comprensiva, me mima. También se marea ella algo, pero menos. Al parecer ha bebido como una cosaca hoy.
Cuando ya se me detiene la noria en la cabeza, me fijo de nuevo en sus ojos, me hipnotizan como dos lunas eléctricas. Pongo música. Nos desnudamos mutuamente. La piel suda, hace calor. Me devora fiel y maravillosa el pecho, la nuca. Recuerdo un brote fantástico de sus pechos en el aire al quitarse el sostén. Un recuerdo fugaz y nítido. Fugacidad de alcohol y drogas, que te dan momentos fulgurantes que se desvanecen al instante.
Intentamos hacer el amor. Me sorprendo mucho de conseguir una erección aceptable llevando encima el efecto de la pastilla. Voy a metérsela, aunque no sé si preguntarle primero si me pongo un preservativo. Ella está encima, se tocan nuestros sexos. Entonces ella se levanta a cerrar la puerta que he dejado abierta para que nos entrase aire fresco de la corrala (era verano), porque con la puerta abierta de par en par podrían vernos desde fuera los vecinos. A mí esto me daba igual, pero se conoce que a ella no. Tal y como voy de cargado, este momento en que se aleja de mí para cerrar la puerta, es suficiente para que se me baje. Pero seguimos.
Es todo multisensorial, multicelular. Con una pastilla es bien fácil que no se te levante, pero cada poro de tu cuerpo está sensible como un pequeño clítoris. Realmente, sólo con que te besen el cuello puedes llegar a un orgasmo oceánico. Algo así no dejaba de suceder. Bajo a sus labios entre los muslos, meto mi lengua bajo su mata, degluto su sexo largamente, hasta que todo su cuerpo se destensa como un relámpago. Luego sin más nos abrazamos profundamente y como si viajáramos en una balsa diminuta atravesamos juntos las marismas de un sueño etéreo.
Tramo 1 (extracto)
Y todavía hay sitios donde se produce una especie de involución de la existencia. Un paréntesis revelado en negativo. Lugares donde no hay nada que haga la fotosíntesis.
¿Quizá la pesadilla de un futuro planeta radioactivo, inviable, intransitable?
Lugares que son la choza, la trastienda de las ciudades. Los sótanos.
Esos sótanos socavados por la mugre, enterrados en una sima viscosa. Ennegrecida.
Pero todo es como al revés, todo al revés de lo que sería revelado en positivo. Un mundo minimundo-enorme gigantesco. Una homotecia en pequeño del mundo, del otro mundo paralelo, donde brilla el sol, bajo las nubes, sobre la tierra. Pero aquí el sol se lo ha tragado un boquete, miles de boquetes, los intestinos de la serpiente mecánica. Nuestro agujero negro, aquí, en la metrópoli.
Un túnel, una mera oscura transacción temporal entre un “estar bajo el sol” y otro “estar bajo el sol”. Un largo periodo de adormecimiento oscuro y colectivo, donde no oirás un maldito grillo.
Oirás las ruedas, los chirridos, la maquinaria gastada de la civilización.
Y sin embargo hay vida, ahí, debajo, bulle algo, las piernas se mueven siguiendo líneas invisibles. Hay gente, chusma, niños, resoplidos, sudores, trabajadores, enanos, retrasados mentales, la más variada fauna terrícola, en la que me incluyo. Yo estoy aquí, ahora, soy otro más en la interminable cadena de destinos bajo-tierra.
Una de vampiros (extracto)
En las estancias de palacio, repletas de gentes y de fiestas y ruido, campean los camuflados vampiros a sus anchas, haciendo secretamente de las suyas. Parece que celebran un día fundamental para realizar un singular rito importantísimo para ellos y con nada claras intenciones, y con ese motivo han dejado su palacio en plan «jornada de puertas abiertas», para realizar, con tanta gente inocente y ajena al peligro, sus terroríficos planes y designios. En la cámara central veremos al vampiro jefe y varios de sus más cercanos acólitos y familiares realizando sus ocultas manipulaciones. También se integra el héroe rubio, haciéndose pasar por uno de ellos para así más fácil poder acabar con ellos.
Y nos trasladamos al campo, a un bosque, con una noche cerrada llena de indescifrables presagios, donde un grupo de renegados se prepara para malograr la maldición vampírica. Se hace recuento de la noche en la que estamos y se comprueba que estamos justo a cinco noches de la Gran Noche de los Vampiros, que es cuando llegará el apogeo de su terrible ritual. Así que es el momento, la única noche en que se podrá desbaratar la enorme máquina vampírica. Curiosamente esta noche de posible salvación se identifica en el sueño con la noche de San Pentecostés.
Llega el momento oportuno y una especie de joven y guapa sacerdotisa, acompañada de otros «salvadores» eleva un espejito ovalado con ambas manos hacia lo alto de la noche. El espejito acaba reflejando la luna e inmediatamente se forma un rápido eclipse que transforma todo, como si el mundo diera la vuelta, sumándose una noche cambiada y brillante a la noche que había, con un efecto grandioso, litúrgico, maravilloso.
A partir de aquí comienza una batalla contra los vampiros (que gracias al sortilegio del eclipse se encuentran muy debilitados y con sus poderes mermados) en un viejo, oscuro y polvoriento almacén, bastante amplio, lleno de cajas, embalajes, cachivaches. Dos o tres de los «salvadores» van paralizando a vampiros con la insignia de la cruz y con un grupo o un «kit» de herramientas doradas, entre las que se incluye un martillito, van clavando en los corazones de los seres diabólicos pequeñas, largas y afiladas estacas para darles muerte. Pero poco se consigue, al parecer, con este método tan rudimentario. Sorprende ver que el apuesto héroe rubio ahora es uno de los principales vampiros, en concreto se ha convertido en el hijo primogénito del jefe vampiro.
Olga (extracto)
Olga debió presentir fácilmente que yo estaba con otra, con lo que su desilusión crecía como la levadura de un bizcocho. Muy pronto era ella y no yo quien iba distanciando nuestros encuentros amorosos. O quizás le dio por pensar que prácticamente lo único que me interesaba era follar con ella, cuando ella anhelaba mucho más.
Olga se metía en mí como una aspiradora, buscaba una absorción total, si hubiera podido me hubiese encerrado en una urna de cristal que siempre tuviese al alcance de la mano. Se quejaba a menudo de que sólo quedásemos por la noche, nunca íbamos juntos de compras o a un museo o quedábamos para almorzar. Total, que después de un mes de no parar de darle al mete y saca, dejamos de vernos. Ella empezó a escabullirse compulsivamente, era más fácil ganar una quiniela que volver a verla.
Una vez Olga se había extinguido del mapa amatorio, yo volví a acostarme moderadamente con Irene. La putada es que la frecuencia sexual con Irene decayó bastante una vez lo hubimos dejado Olga y yo. Mientras estuve con ella, Irene se ponía celosa, muy celosa, eso la enardecía lo suficiente, como para que segregara líquidos sin parar, entonces me agarraba en la cocina mismo, mientras yo pelaba unas berenjenas, me la sacaba y me la empezaba a chupar. Es decir, a base de sexo, Irene quería combatir el sexo con Olga.
Aparte de los quebraderos de cabeza de entenderme con las dos a la vez e intentar mantenerlas en la palestra sin perder a ninguna, fue un mes de julio extremadamente activo. Había momentos en que ya no sabía si a quien estaba montando era a Irene o a Olga. A veces tenía la sensación de estar encima de un ente transfigurado que se había originado a partir de una mezcla difusa de las dos. Muchos días, por la mañana se la metía a Irene en el cuarto de baño y por la noche mi rabo penetraba en la pulposa y segregante vagina de Olga.
Sombras cotidianas de Invierno (extracto)
Nuevamente me veo bajando al pozo de mi serenidad, respiro profundo, decido esperar mejores acontecimientos, me tapo con la manta hasta la barbilla, miro el techo con ojos de pájaro bobo, y en un instante de epifanía, en ese instante en que las formas y contornos se están diluyendo para dar paso a las amorfidades borrosas del sueño, en ese instante único, me veo a mí mismo partido en dos, yo dividido en dos yoes.
Uno se mueve como si tuviera un ataque o bailase la danza de San Vito, quiere no parar, está loco de remate y en sus ojos se ve una desesperación irracional infinita.
En el otro yo, veo un cadáver que yace, en realidad es como un tipo que se hace el dormido, está tumbado y se cruza de brazos y piernas como si fuera una momia en Transilvania, lleva una terrible barba blanca rezumando sabiduría, quiere descansar un siglo o dos, que no le moleste en su paz meditativa ni el soplo de una brizna de hierba.
Mis dos yoes discuten, pelean como dinosaurios para acabar con el otro.
Ante este panorama tan belicoso y contradictorio dentro de mí, me siento como una presa que va a ser sacrificada en honor a un caprichoso y cruel dios de ojos turcos y taimados.
Eros y Tánatos dándose tortazos en una algarabía báquica. Y yo entre medias, dispuesto para la inmolación, tieso como un paquete abandonado en una carretera mal asfaltada.
No me quedan fuerzas para blasfemar. Me combo en una curva infinita de cansancio y caigo en un sueño profundo profundo. Tan profundo que cualquiera podría decir que he muerto.
La maldición de los taxis (extracto)
Lo de los taxis está complicado, no pasan muchos y siempre suele haber gente aguardando la aparición de un taxi. Un chico y una chica me comentarán que llevan cuarenta minutos esperando. No sé si les aconsejo que lo mejor es moverse si no pasan taxis por un sitio, desde luego lo pienso. Por las calles hay tráfico y muchos grupos de personas, lo habitual en una noche de fiesta.
Metiéndome por una callejuela consigo dar con un taxi y cogerlo. El tipo que lo conduce, una suerte de guiri gigante y rubicundo, va algo achispado. Al poco se detendrá en un bar: una parada en el camino. Es un perfecto borracho. Le insto a que nos vayamos, pero él tiene que beberse su cerveza. Muy jocoso le preguntará al camarero, mal pronunciando al ser extranjero, que cuánta cerveza tiene que beber para no beberse su propio pis -por la sed- hasta llegar a París. Y da detalles de cómo no es la primera vez que se tiene que tragar su propio pis para calmar la sed. Por más que insisto no hay manera de mover al borrachuzo de la barra del bar para que me lleve a casa. Desisto y me largaré en busca de otro taxi.
Patearé algunas calles buscando las lucecitas verdes que anuncian la proximidad de un taxi libre. Algunos pasarán de largo, obviando mis señas, otros me los «quitarán» en mis narices otros peatones. Finalmente me alojará en su interior un coche que no tiene nada de taxi, por mucho que los jóvenes que van en él me aseguran que sí es un taxi. Dentro van unos cinco chicos y chicas. El coche se dirige por la calle Princesa hacia Moncloa. Pero, al poquito de haberme instalado dentro, detecto unas leves sonrisillas de complicidad secreta en los ocupantes del vehículo. La cosa no me gusta nada, aquí hay gato encerrado. En seguida, sin avisar, me apearé del coche, dejándoles estupefactos y frustrados sus planes, fueran cuales fueran.
Haré señas a otro taxi, que se detendrá. Me monto. El taxista, terriblemente desconfiado, me pregunta que si nos conocemos. No le entiendo, no sé a qué se refiere. Repite que si nos conocemos. Porque si no es así, y no parece que me conozca, entonces, me pregunta, que por qué para detener el taxi le he hecho señas como de saludo. Joder, lo que faltaba. Casi ni avanzamos, el conductor me analiza mucho y me hace todo tipo de preguntas, con una desconfianza rayana en la paranoia. Estoy por apelar a que tiene obligación de llevarme. Pero acabo por decidirme a abandonar este taxi y eso hago. Esto se está conviertiendo en una auténtica misión imposible…
Tramo 4 (extracto)
¡Mira! ¿No lo oyes? Espera, que agudizo el oído… ¡Sí, sí! ¡Ya viene, ya viene! Y… y… y… y… ¡Mieeeeerda! El tren venía, sí, pero ha pasado de largo como una tromba. La condenada voz en off: “Este tren no admite viajeros”. ¡No admite viajeros! ¡Bofetada de realidad! A esperar, a seguir esperando… ¿y sabes qué es lo peor? Que hace un rato que me estoy haciendo pipí. ¡Y aquí no hay urinarios!
A aguantarse, a joderse, en plan chino, vietnamita, nipón, tibetano, budista, mantener la compostura, la cara de palo, desfilar como un sin-número, ¡un, dos! ¡un, dos! ¡un, dos! ¡media vuelta, ar! Y miro el reloj, requetemiro el reloj, requetesupermiro el reloj, las manos jugando en el bolsillo con la calderilla, la de vueltas que llevo dadas a la calderilla, contante, sonante, ¡clin, clin, clin! Y cómo no, re-de-nuevo-re-que-te-miro-el-reloj. ¿Llegaré a tiempo?
Y el tiempo no pasa, se ha detenido. Ahí, el tiempo estrangulado en una manecilla. El reloj se pervierte y repite el mismo segundo. ¡Tic!, ¡tac!, pero sin ¡tac!: o sea: sólo ¡tic! ¡tic! ¡tic! ¡tic! ¡tic! ¡Se he atascado! ¿Me comprendes lo que te quiero decir?
Veo incautos que aparecen en la estación, pobres diablos, aún desconocen que aquí, en este andén el tiempo se ha parado, no late el corazón mecánico del tiempo. Ya nos salen telarañas del bigote, y ¡con más cara de palo que nunca! ¡Veeeeenga yaaaaaa! ¡Puñetero tren, ven ya, so joputa…! La calderilla ¡clin, clin, clin! El reloj ¡tic, tic, tic! Y los nervios apunto de cometer un disparate. Y… y… y… y…
Tramo 2 (extracto)
¿Y nunca has seguido a alguien en el metro? Por curiosidad, digo. O por morbo.
La pregunta de siempre: ¿a dónde irá ese tipo? ¿Se apeará en Atocha, Cuatro Caminos? O cuando nos gusta una chavala. ¿A dónde irá? ¿A ver a su novio? ¿A casita? Tiene cara de viciosa, ¡lo mismo va a pegársela al novio, la muy putilla…! (siempre damos por sentado que es una viciosilla, claro… ¡más quisiéramos!).
Y eso es lo que te digo, que la curiosidad te muerda y no te suelte, que si te ha pasado. Y qué tentación, seguirla. ¿Lo has hecho? Cuenta, cuenta…
Pero no, al carajo las fantasías, más quisiéramos, más quisiéramos. Normalmente pasa lo contrario, la polla pegada a un eneno con bigote, o a una mole de tío que huele a sobaco de oso, o a una abuelilla enclenque, temblequeante, parkinsoniana… Y coño, un día, mi manubrio estuvo más de veinte minutos espachurrado contra el pico metálico de un maletín… Qué dolor a cada arremetida del vagón, cómo se me clavaba el condenado maletín. Y qué iba a hacer, pues nada, aguantarme… Con cara de palo eso sí, la cara de palo bien plantada, la cara de palo por encima de todo, la cara de palo no nos la quita ni Dios…
Una misión, sexo placentero y el casting (extracto)
Al parecer resolvía la difícil misión (con tintes de película de ciencia ficción) con éxito. Lo cual conllevaba un premio por haber realizado satisfactoriamente mi hazaña. El premio consistirá en un premio sexual, y así entramos en la segunda parte del sueño.
Tengo ante mí, en una sala enorme y probablemente lujosa, una inmensa cama donde yacen unas quince asiáticas en lencería muy sugerente y excitante. Curiosamente están como repetidas, es decir que varias tienen la misma cara, con lo cual son las mismas varias veces. Tendré que elegir a una. Iré tanteándolas, tocándolas, magreándolas ligeramente, probando. Están todas muy buenas. Terminaré eligiendo a una de cabello negro que está cerca del centro de esta especie de «cama redonda». Es de las menos guapas (aunque son muy parecidas), pero quizá me decanto por su vestido de minifalda -como un camisón- de aspecto tenue, como de seda, y de color azul intenso, ni claro, ni oscuro del todo, y también ayudan en mi elección unas preciosas y equilibradas piernas embutidas en unas exquisitas medias negras. Una vez tengo la chica elegida y comienzo a tantearla, como por arte de magia desaparecen todas las demás, la cama adquiere unas proporciones más normales, y casi inmediatamente la chica asiática se convierte en Eva.
Vídeos y audios
El panteón en ruinas: colección de poemas y textos literarios de José Martín Molina emitidos en Radio Marabundia.
José Martín Molina en el 3er Ciclo de Poesía Ultimísima (recital), con la presentación de Isla Correyero.
José Martín Molina en el 1er Ciclo de Poesía Ultimísima (recital).
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